JUAN CARLOS VALDIVIA CANO
PRIMER PENSADOR POSMODERNO*
Esto no pretende ser una conferencia sobre Nietzche. Dar una conferencia sobre Nietzsche no es tal vez una actitud muy nietzcheana. Que hubiera dicho al saber que se convertía en tema académico, en tema de una conferencia universitaria. Tal vez se hubiera vuelto a enterrar de vergüenza, cólera o risa. Me lo imagino muy bien volviendo a cerrar el mismo su tumba, después de lanzar esas sonoras carcajadas que él llamaba alciónicas ¿Existió alguna vez algún filosofo menos académico que Nietzche? ¿Fue siquiera un filósofo en el aguado sentido que se le da ahora a esta palabra? ¿No fue más bien “dinamita” como él aseguraba?
Si esta soleada mañana acepto venir a conversar sobre él, es movido por la morbosa curiosidad que me produce la inquietud de los estudiantes de filosofía, que han organizado este subversivo evento. ¿Estará motivado por el largo bigote hirsuto de Nietzsche, o por sus pequeños oídos, los más pequeños y finos oídos que se han visto en los últimos dos mil años? No lo sé, pero no imagino a Friedrich Nietzsche en los planes de estudio de un programa académico de filosofía. Pero dejemos que don Fede, como le llamaba Ernesto Sábato, hable por sí mismo:
Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás se le ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. En el fondo sería lícito saberlo ya: pues no he dejado de "dar testimonio" de mí. Mas la desproporción entre la grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera. (…) Por ejemplo, no soy en modo alguno un espantajo, un monstruo de moral, soy incluso una naturaleza antitética de esa especie de hombres venerada hasta ahora como virtuosa. Dicho entre nosotros, paréceme que justo esto forma parte de mi orgullo. Yo soy un discípulo del filósofo Dioniso. Preferiría ser un sátiro antes que un santo (…) La filosofía como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es vida voluntaria en el hielo y en las altas montañas – búsqueda de todo lo problemático y extraño en el existir, de todo lo proscrito hasta ahora por la moral. Una prolongada experiencia proporcionada por ese caminar en lo prohibido, me ha enseñado a contemplar las causas a partir de las cuales se ha moralizado e idealizado y ha puesto al descubierto la historia oculta de los filósofos, la sicología de sus grandes nombres —¡cuánta verdad soporta, cuanta verdad osa soportar un espíritu? , esto se fue convirtiendo cada vez más, para mí, en la auténtica unidad de medida. El error no es ceguera es cobardía… Toda conquista, todo paso adelante en el conocimiento es consecuencia del valor, de la dureza consigo mismo, de la limpieza consigo mismo. *
Nietzsche sólo fue profesor universitario hasta los 25 o 26 años. Apenas terminados sus estudios de filología, la universidad de Basilea le nombra catedrático extraordinario de filosofía clásica. Caso asombroso pues Nietzsche ni siquiera se había graduado. A esa edad la universidad de Leipzig le otorga el grado de doctor, sin examen ni tesis, en base a sus trabajos. Esto durará poco, pues una grave dolencia y malestares de cabeza, de estómago y continuos vómitos, le impiden seguir enseñando y tiene que abandonar la cátedra universitaria, por lo cual se le asigna una pensión de por vida. A partir de ahí no hace más que viajar por los Alpes suizos e italianos y escribir su pequeña pero inmensa obra filosófica. ¿Por qué Gianni Vattimo ha dicho que Nietzsche es el primer pensador posmoderno? ¿Por qué Octavio Paz dijo que era el gran sicólogo de la modernidad? ¿Cuáles son sus méritos característicos? ¿Por qué era tan sabio? ¿Por qué era tan inteligente? ¿Por qué escribía tan buenos libros? ¿Qué hay de singular en este filósofo «al martillo»? ¿Por qué Osho ha dedicado un grueso libro a ese Dios que sabe bailar, mitad Zaratustra y mitad Zorba el griego?
En primer lugar, con él la filosofía baja del cielo para asumir plenamente la tierra, el sentido de la tierra… después de la «muerte de Dios». Es el primer pensador posmoderno porque, como filósofo, como músico, como poeta, como educador, como gran artista que fue, condensa la filosofía en su tarea esencial: luchar contra todos los prejuicios, incluidos los de la modernidad misma. Esto en el entendido que la filosofía es y ha sido siempre un arte: arte de la interpretación, critica de los fundamentos y creación de conceptos. También porque Nietzsche critica la modernidad en sus raíces greco-latinas y cristianas originales. Y es bueno recordar que radicalidad no significa situarse en la extrema izquierda o derecha del espectro político, sino «exploración de lo profundo». Contra lo que se puede creer, y a pesar de sus decretos contra el cristianismo y la moral cristiana, Nietzsche admiró a Cristo a quien consideró el único y auténtico cristiano. El no critica su figura sino el ismo», la ideología, el platonismo, el socratismo, la conciencia gregaria, el espíritu de rebaño, o sea el cristianismo. ¿En qué sentido? En el mismo sentido que para don Miguel de Unamuno no había cristiandad sino cristianos, seres singulares, como cualquiera de nosotros, como don Miguel de Unamuno, que hacia exclamar a uno de sus personajes ¡ «mi yo, que me devuelvan mi yo»!
El punto de vista posmoderno que no se fija solo en la modernidad, sino que tiene en cuenta la cultura occidental entera, de cuya historia es parte la modernidad misma. Ello en contraste con otras culturas no occidentales. El punto de vista de la posmodernidad es paradójico, no está dentro ni fuera de la modernidad. Los valores occidentales esenciales siguen siendo la libertad, la democracia, el estado constitucional de derecho, la igualdad ante la ley, la debida justicia, etc.,. Pero como Nietzsche no se encierra en la época que critica a martillazos, la modernidad, puede hacer una crítica a fondo y llegar a las raíces mismas de la cultura moderna. Y nos invita a hacer otro tanto, porque hoy la enfermedad, el resentimiento y la decadencia que el anuncia con Kierkegaard, se ha hecho más patente después de la hecatombe del 11 de setiembre. Quizás con ese hecho hemos salidos ya de la posmodernidad, para entrar en otra etapa de pronósticos y diagnósticos reservados.
Uno de los méritos de Nietzsche es el de habernos propuesto esa inmensa tarea que es la «transvaloracion de todos los valores» la crítica valiente y decidida de nuestros flojísimos y relajadísimos valores establecidos y de los criterios o «valoraciones» que están debajo de esos valores mismos. La creación no solo de nuevos valores sino de nuevos criterios a partir de los cuales evaluarlos. «Solitario, decía Nietzsche, tu recorres el camino que lleva a ti mismo. Tienes que querer consumirte en tu propia llama ¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza!
Nietzsche detecta todo lo que en la vida y la cultura es debilitante o decadente, todo aquello que significa perdida de energía, de fuerza y de potencia; es decir, todo lo que implica resentimiento y culpabilidad o cualquier tipo de pasiones tristes, de pasiones reactivas. No se salva ni Platón —el de las ideas platónicas, ni Shopenhauer el filósofo genial que sin embargo tenía de la voluntad la misma idea que la robusta y maliciosa plebe: el sentido común. Fue Nietzsche, su ex discípulo, quien lo denunció.
Ni el mismo se salva de la «critica del martillo» que inventó, por supuesto. Él, que sabía muy bien porque hablaba de decadencia. Él, «Dionisio crucificado». Él, genuino «maestro radical» que odiaba los discípulos y demás seguidores y repetidores. Incluso al único discípulo que tuvo en vida, Peter Gast, que lo seguía por toda Europa copiándole sus borradores y aliviando su ceguera. A él, a quien dirigió su última carta antes de perder su espléndida y luminosa razón: «amigo Piero: cántame una nueva canción; el mundo se ha transfigurado y los cielos se estremecen de alegría».
*Nietzsche Fiedrich, Ecce Homo, pág. 32, Alianza Editorial, España, 1972.